Simples actos de compasión
La sexta estación de la cruz habla de una mujer llamada Verónica de Jerusalén que se conmueve con tanta simpatía al ver a Jesús en camino a su crucifixión que le ofrece a Jesús su velo para limpiarle la cara. Su rostro cubierto de sangre, sudor y suciedad, Jesús usa el velo para limpiar su rostro cansado, luego se lo devuelve a Verónica con su imagen impresa en el trozo de tela. Si bien no hay una referencia explícita a Verónica en los Evangelios, su acto de gracia en la Vía Dolorosa ha vivido en la leyenda durante siglos.
Mi pensamiento inmediato de una reflexión para esta estación sería una sobre la imagen de Dios. Después de todo, la imagen milagrosa de Jesús impresa en el velo de Verónica es más o menos el punto central de esta historia. Esta reflexión podría ser sobre cómo Dios se nos aparece de una miríada de maneras: ¿qué veríamos si limpiáramos el rostro de Jesús con nuestra propia tela?
Otra forma de reflexionar sobre esta estación, sin embargo, es contemplar la «verdadera imagen» de Dios. Verónica es, de hecho, una mezcla de la palabra latina para » verdad «y la palabra griega para «imagen».»Si Verónica significa «imagen verdadera», ¿no es posible que en este cuento, Verónica misma ejemplifique la» imagen verdadera » de Dios? La verdadera imagen de quién es Dios tiene mucho menos que ver con la apariencia física que con las acciones que tomamos unos por otros.
Jesús declara esto directamente en el Evangelio de Mateo, donde declara que nuestro Juicio Final se basará en si vimos al hambriento, al sediento, al encarcelado y al desnudo y actuamos con compasión. Es esta compasión por la que Verónica se ve obligada cuando se mueve para limpiar el rostro de Jesús.
Sin embargo, Verónica no solo era compasiva. Era muy compasiva. No se necesitó teatro o heroísmo para que Verónica recibiera el milagro de Jesús, solo la conciencia de la necesidad de compasión y la acción compasiva en sí misma.
En nuestras propias vidas, a menudo estamos atrapados en el panorama general, los problemas abrumadores que dañan a nuestras comunidades locales, nacionales y humanas. Si bien tenemos la obligación de trabajar por la justicia, no debemos olvidar los momentos simples en los que se necesita compasión.
Preguntas de reflexión:
- – ¿Dónde he recibido un momento de compasión de alguien de esta comunidad? En el trabajo?
- – ¿Cuál fue un momento en el que actué con compasión por alguien más en esta comunidad? ¿Cuál fue la oportunidad de actuar con compasión que pude haber perdido?
- – ¿Cuál es un acto de compasión que puedo comprometerme a hacer regularmente más allá de esta temporada de Cuaresma y más allá de este año de servicio?
Oración de clausura:
Oh, Jesús Mío, Santa Verónica te sirvió en el camino al Calvario limpiando Tu amado rostro con una toalla en la que luego apareció Tu sagrada imagen. Ella protegía este tesoro, y cada vez que la gente lo tocaba, se curaban milagrosamente. Le pido que rece por el crecimiento de mi capacidad para ver Tu imagen sagrada en los demás, para reconocer sus heridas, para detenerme y unirme a ellos en sus difíciles viajes, y para sentir la misma compasión por ellos como lo hizo por Ti. Muéstrame cómo limpiarles la cara, servir a sus necesidades y sanar sus heridas, recordándome que así como hago esto por ellos, también lo hago por Ti. Santa Verónica, reza por mí. Amén.