El gas que burbujea cuando se abre una lata de refresco es dióxido de carbono (CO2). Los fabricantes de refrescos agregan esta espuma de hormigueo al forzar el dióxido de carbono y el agua a su refresco a altas presiones, hasta 1,200 libras por pulgada cuadrada. El «fssst» que oyen son millones de moléculas de dióxido de carbono que estallan de sus prisiones dulces y acuosas, donde han sido retenidas contra su voluntad.
Una lata de refresco sin abrir está prácticamente libre de burbujas porque la presión dentro de la lata mantiene el dióxido de carbono disuelto en el líquido.
Cuando se abre la lata, se libera la presión y se permite que las burbujas de gas se muevan del líquido y suban a la superficie. Esto requiere energía porque para que el gas se libere del líquido tiene que superar la fuerza que mantiene unido al líquido.
Una forma de introducir energía es agitar la bebida. Esto agrega el toque necesario para desatar más burbujas pequeñas y agregar un toque real a una celebración.
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